Rezension über:

C. Carreras / A. Aguilera et al. (eds.): Culip VIII i les àmfores Haltern 70 (= Monografies del CASC; Vol. 5), 2003, 190 S., ISBN 978-84-393-6653-9, EUR 25,00
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Rezension von:
Joaquín Ruiz de Arbulo Bayona
Area d'Arqueologia - Dep. Història, Universitat de Lleida
Redaktionelle Betreuung:
Sabine Panzram
Empfohlene Zitierweise:
Joaquín Ruiz de Arbulo Bayona: Rezension von: C. Carreras / A. Aguilera et al. (eds.): Culip VIII i les àmfores Haltern 70, 2003, in: sehepunkte 7 (2007), Nr. 1 [15.01.2007], URL: https://www.sehepunkte.de
/2007/01/12045.html


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C. Carreras / A. Aguilera et al. (eds.): Culip VIII i les àmfores Haltern 70

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Todavía en el siglo XIX, los Derroteros de Navegación aconsejaban siempre a los pequeños barcos procedentes de Valencia y Barcelona con dirección a Marsella que al llegar a la altura del cabo de Creus detuvieran su marcha para comprobar el tiempo. Solo después de estar bien seguros de su bonanza debían emprender la travesía a través del gran golfo del León. De no hacerlo así, se corría el riesgo seguro de poder ser sorprendidos bruscamente por los vendavales de la implacable y violenta tramontana (el mistral francés), el feroz viento del norte que empujaría a los barcos sin remedio contra los acantilados del Cabo de Creus. Una costa abrupta. con algunos pequeños entrantes, entre los que tan solo uno, la cala Culip, puede ser considerada un fondeadero. Un lugar apto como refugio solo en determinadas ocasiones, ya que su entrada, abierta directamente al norte, convertía a la cala en una auténtica trampa en caso de temporal del primer cuadrante.

Las prospecciones arqueológicas intensivas realizadas en los fondos de cala Culip en los años 80 y 90 por el Centre d'Arqueologia Subaquatica de Catalunya bajo la dirección de Xavier Nieto permitieron descubrir hasta 8 pecios diferentes, 7 de época romana y uno medieval. Todos ellos habrían sido sorprendidos en distintos momentos por los temporales y habrían intentado por igual buscar refugio en la cala sin lograr remontar el viento y echar el ancla con seguridad. Los ocho barcos acabaron destrozados contra las agujas de piedra y los escarpados acantilados de ambos lados de la cala. Dos de estos pecios, el romano Culip IV y el medieval Culip VI han sido ya publicados de forma detallada. [1]

Culip IV era una pequeña nave de cabotaje de 10 metros de eslora que probablemente descendía desde Narbo (Narbonne) en dirección a Emporiae (Empuries), en el golfo de Roses, con un cargamento de 79 ánforas béticas Dressel 20 capaces de contener unos 5000 litros de aceite, 1475 vasitos de paredes finas de talleres béticos y una impresionante serie de 1947 vasos lisos y 754 decorados de Terra Sigillata Sudgálica de La Graufesenque, además de 42 lucernas del taller romano de Oppius. Un ejemplo precioso para entender como se redistribuían los productos desde los grandes centros portuarios como Port La Nautique, el puerto de los navicularii narbonenses, activos en la Plaza de las Corporaciones de Ostia, al que llegaban las grandes naves en rutas directas desde Roma o Hispalis, con enormes cargamentos que eran luego traspasados a estos pequeños barcos de cabotaje encargados del comercio minorista a lo largo de las costas. [2]

Culip VIII era también un barco pequeño de época romana, de menos de 10 metros de eslora, maniobrado por dos o tres marineros. La posición de este pecio fue comunicada al CASC en 1999 por el ciudadano belga Dominique Gillabert, a partir de inmersiones practicadas en el año 1990. El barco sería finalmente excavado en los años 2002 y 2003, bajo la dirección de Xavier Nieto y Toni Palomo, con el apoyo del barco Thetis del CASC. Al mando de una pequeña embarcación de cabotaje, sin duda el patrón de Culip VIII conocía perfectamente la costa y sus peligros. La posición del pecio dentro de la cala ha permitido entender que el barco estaba probablemente fondeado en la cala y que al levantarse bruscamente el temporal intentó desesperadamente salir a mar abierto para intentar doblar el cabo de Creus y buscar las aguas más seguras del golfo de Roses. Pero inició la maniobra demasiado tarde. Su cargamento quedó disperso al fondo de la cala, batido por las olas y una parte importante se concentró para fortuna de los excavadores, en un canal rocoso sobre el que luego cayeron nuevos trozos de rocas y capas de arena en sucesivos temporales fijándose finalmente un manto de poseidonias que sellaría el depósito. El barco transportaba un mínimo de 60 ánforas vinarias Haltern 70 de origen bético, unas ánforas presentes en diversos pecios de época de Augusto y el siglo I d.C. pero que hasta ahora nunca habían aparecido como carga principal de una embarcación. Una feliz colaboración entre el CASC y el CEIPAC de la Universidad de Barcelona que dirige el profesor José Remesal ha permitido que este libro sea al mismo tiempo una presentación del cargamento de la nave y una reflexión global, precisa y actualizada sobre la producción, contenidos y cronologías de las ánforas Haltern 70.

José Remesal y César Carreras recuerdan así que fue Loeschcke, el excavador del campamento romano de Haltern en la Germania inferior quien decidió definir en 1909 con una clasificación propia todas las tipologías cerámicas de este yacimiento. El tipo de ánfora Haltern 70 equivaldría a las ánforas del grupo 7-8 similis definidas por H. Dressel en 1879 en Castro Pretorio y también a las del tipo 82 de Oberaden, las Vindonissa 583 o las Camulodonum 185A. No sería hasta 1977, al publicarse el cargamento del pecio Port-Vendres 2, de época claudia, con su cargamento de lingotes de plomo, ánforas Dressel 20, Dressel 28, Beltrán IIA y por último 15 ánforas Haltern 70 cuando este último tipo sería finalmente aceptado por los investigadores bajo esta denominación. Ocho de estas ánforas incluían tituli picti del posible navicularius Q. Urittius Revocatus y tres de ellas contenían además la inscripción pintada de sus contenidos: defr(utum) excell(ens). Sabemos que el defrutum era un mosto cocido dulce (el arrope castellano) de muy bajo contenido alcohólico bien documentado por las fuentes clásicas. Nuevos hallazgos de ánforas Haltern 70 con inscripciones pintadas identificaban también como contenidos la sapa, una variante del anterior, pero también oliva exdefructo, olivas maceradas en arrope, una técnica de conserva que hoy podríamos denominar "olivas en almíbar". Los estudios posteriores han permitido documentar como las ánforas Haltern 70 eran envases producidos en diferentes talleres del valle del Guadalquivir, coincidiendo con las zonas de producción de las Dressel 20 oleícolas del valle del Guadalquivir y las Dressel 7/11 de salazones de las costas de Huelva, Cádiz y Málaga. La presencia de estas ánforas en los campamentos del Rin, en el depósito ostiense de La Longarina y en diferentes yacimientos del eje del Ródano permitirían definir su cronología en época de Augusto y su perduración a lo largo de todo el siglo I d.C. Más tarde sin embargo y gracias a los estudios de Carlos Fabião en el campamento de Lomba do Canho (Arganil, Portugal) y de Naveiro, estas ánforas comenzaron a detectarse en grandes cantidades en los yacimientos del noroeste peninsular con una cronología iniciada en los años 60-50 a.C. y que perduraría hasta los años 90-110 d.C.

Antoni Puig efectua en el libro el estudio de la evolución formal de estas ánforas y los diversos tipos con ellas identificados o relacionados. Son ánforas con alturas en torno a los 90 centímetros, con cuerpos de perfil ovoide alargado, largos pivotes macizos, cuellos rectos exvasados y asas macizas ranuradas enganchadas al cuello. Unas características que recuerdan en los ejemplares más antiguos a las ánforas de salazones Dressel 7/11 en cuyos alfares de la bahía de Algeciras como El Rinconcillo se producían ambos tipos simultáneamente. Las variantes hipológicas de la forma, longitud del cuello y en especial la evolución de los labios permite identificar tres variantes esenciales: una inicial de época de Augusto, una variante media de época de Claudio (Port Vendres 2) y una final de época flavia atestiguada en Herculano, Pompeya y Roma. Existen sin embargo variantes tardías y regionales de la forma, como la Verulamium 1908 que es aquí analizada por César Carreras y Pau Marimon, con un catálogo de sellos reunido por Juan Moros y Piero Berni.

La numerosa presencia de estas ánforas en Portugal y Galicia justifica el estudio que Rui Morais ha dedicado a las ánforas ovoides tardo-republicanas y de producción lusitana, un nuevo tipo anfórico definido a partir de las producciones Haltern 70 y Dressel 14. Igualmente, Pau Marimon y César Carreras estudian las variantes producidas en la Galia (Haltern 70 similis, London 555, etc.), en el entorno de Lyon, incluyendo un corpus epigráfico de sellos y tituli picti con 16 inscripciones.

El primer corpus epigráfico de las ánforas Haltern 70 de producción bética ha sido reunido en este volumen por Juan Moros y Piero Berni. Los sellos suelen estar colocados en el cuello, el asa, junto al arranque del asa o en el labio. Conocemos de momento 13 marcas distintas, algunas de las cuales, como las de M. AEL(i) ALEX (andri) o las de C(aius) FUF (ici) AVITI, son conocidas también sobre ánforas Dressel 20. Por su parte, el catálogo efectuado por Antonio Aguilera sobre los tituli picti en ánforas Haltern 70 reúne 55 inscripciones realizadas normalmente con tinta negra mostrando como contenidos esencialmente tres: defrutum, olivae nigrae ex defruto y muria, junto a los nombres de navicularii e importadores. También son estudiados los grafitos (numerales y letras) por Rosario Rovira y Pau Marimon.

Los tres capítulos centrales del libro están dedicados respectivamente a la geografía de la producción de las Haltern 70, a la geografía de su transporte y sus áreas de consumo. César Carreras analiza su fabricación en las tres regiones andaluzas de Huelva / Marismas del Guadalquivir, Jerez / Sanlúcar / Algeciras y Alto / Medio Guadalquivir, con estudio de alfarerías y tipos de pastas. En segundo lugar Eduard Garrote y Pau Marimon realizan un amplio repaso a los 52 pecios y fondeaderos mediterráneos y atlánticos que han proporcionado Haltern 70. En último lugar Rui Morais y César Carreras estudian la geografía del consumo con la distribución de estas ánforas en los diferentes sectores: zona atlántica portuguesa y galaica, levante hispano, eje Ródano / Rin y por último Britannia. Dada la cercanía del pecio Culip VIII a la ciudad romana de Emporiae, en el golfo de Roses, Xavier Aquilué, Marta Santos, Pere Castanyer y Quim Tremoleda presentan igualmente los contextos estratigráficos emporitanos donde aparecen estas ánforas evidenciándose su escasa presencia porcentual con relación a los demás tipos anfóricos.

Como conclusión imprescindible de todo este estado de la cuestión sobre las ánforas Haltern 70, César Carreras y Antonio Aguilera efectuan un cuidadoso repaso a los de estas ánforas a partir de los tituli picti, con un estudio etnográfico dedicado a la utilización e importancia de la técnica romana del arrope. Consistía esta técnica en la corrección de los mostos de las vendimias menos afortunadas practicada esencialmente mediante su cocción en grandes calderos de plomo según describen por igual Columela y Plinio. Recuerda Aguilera que los terminos latinos defrutum, sapa y caroenum definían por igual mostos cocidos equivalentes al arrope español, el mout cuit frances, pekmez turco, petmizi griego o las saba y sepa italianas. Los usos romanos del arrope podían ser multiples, desde el enriquecimiento de los vinos flojos o la elaboración de vinos especiales, una amplísima serie de usos culinarios ¡Apicio lo utilizaba en casi el 20% de sus recetas!, sin olvidar la medicina y la farmacopea y esencialmente también su utilización para elaborar conservas o mermeladas de frutas y olivas. Las olivas aliñadas en arrope, con su mezcla de sabores salado (oliva) y dulce (arrope), permitían un agudo contraste muy del gusto romano y fueron probablemente los contenidos esenciales de las ánforas Haltern 70.

Después de este amplio, claro y novedoso estado de la cuestión sobre las ánforas Haltern 70, el libro vuelve a la barca Culip VIII con la presentación por Xavier Nieto y Gustau Vivar del pequeño cargamento de las 60 ánforas que transportaba junto a los objetos de la tripulación. Eran estos últimos un pequeño muestrario de ollas, platos y un pequeño botijo en cerámicas comunes, una pieza de sigillata aretina, 3 ánforas vinarias Pascual 1 y una Dressel 20, además de pesos para redes y un anzuelo. Son materiales escasos pero que señalan como factor importante la presencia muy poco usual de las ánforas Haltern 70 como cargamento principal de la embarcación. La tipología de estas ánforas, efectuada por César Carreras permite evidenciar su cronología en época de Augusto (circa 20 a.C. - 20 d.C.) identificando tres grupos o variantes A, B y C en función de la diferente molduración de los labios y dos grupos de pivotes distintos. Se analizaron igualmente los revestimientos interiores de las ánforas (Jordi Juan-Treserras y Juan Carlos Matamala) mostrando resinas de coniferas, fitolitos de uva y tartratos, que confirman una vez más su contenido en mostos.

Notas:

[1] Culip IV: Javier Nieto et al. (Eds.): Excavacions arqueologiques subaquatiques a Cala Culip, Girona 1989; Javier Nieto / Ana Maria Puig: Excavacions arqueologiques subaquatiques a Cala Culip 3. Culip IV: La Terra Sigil.lata decorada de La Graufesenque, Girona 2001. - Culip VI: Javier Nieto / Xim Raurich (Eds.): Excavacions arqueologiques subaquatiques a Cala Culip 2. Culip VI, Girona 1998. Culip VI era un pequeño barco medieval de seis tripulantes, naufragado a finales del verano de un año cercano al 1300, que transportaba un cargamento de cerámicas islámicas del norte de áfrica junto con producciones catalanas y del Languedoc en verde y morado, junto a cerámicas comunes de l'Uzege (Hugh Palou). Los restos conservados de la quilla han permitido un detallado estudio de arquitectura naval a cargo de Eric Rieth y Marcel Pujol.

[2] Javier Nieto: Le commerce de cabotage et de redistribution, in: Patrice Pomey (Ed.): La Navigation dans l'Antiquité, Aix-en-Provence 1997, 146-159.

Joaquín Ruiz de Arbulo Bayona